A
veces creo que es un sueño. No me pellizco, suficiente tengo con ver las noticias
para darme cuenta que no, pero sigo creyendo que es un sueño. Meses atrás un
amigo me decía, sin asomo de dudas, que este sería el año del cambio. Yo, que
tiendo al pesimismo, no le creí, pero ahora me temo que tengo que darle la razón.
Son
las 10:43 p.m. del 13 de marzo, hace un bochorno abrazador, pero por momentos la briza llega a librarme
de su sofocante abrazo. Es el cambio.
Le
tememos, nos genera más dudas que respuestas y hasta nos provoca salir corriendo.
Sin embargo, de nosotros depende si nos adaptamos a él o nos dejamos arrasar por
su oleaje incontenible. Puede ser un lugar común decirlo, pero el cambió llegó
y no podemos ser indiferentes a él.
Por
años Colombia ha soportado los dolores más indecibles, la guerra sigue siendo una
herida que no sana y otros males como la corrupción, el desempleo, la pobreza, el
clasismo y la desigualdad (agudizados por la pandemia) rebasaron a más de uno.
Ante eso, quedarse de brazos cruzados era un salto al vacío y miles salieron a
las urnas para hacer realidad ese país que solo existía en sus sueños. Para sorpresa
de todos, incluso de quien escribe estas líneas, aquel país soñado se
vislumbraba en el horizonte y, entre los cantos jubilosos de unos y las muecas
amargas de otros, el nombre de Colombia empezó a escribirse con c de cambio.
Pero,
¿por qué estoy hablando de política en este blog musical? Porque quiero
celebrar, así por momentos crea que todo esto es un sueño. En vez de noticias, análisis
sesudos y pronósticos alarmistas, quiero escuchar música, que también es
resistencia, libertad, rebeldía, lucha, revolución, esperanza.
Me pongo los audífonos, subo el volumen y escucho a Bob Dylan, Víctor Jara, Mercedes Sosa, León Gieco, Piero, Charly García, Cazuza, Rubén Blades, Chico Buarque, Ray Charles, Violeta Parra, Bob Marley, The Clash, Los Prisioneros, Patti Smith, Pablo Milanés, George Michael, Public Enemy, Joan Manuel Serrat, Manu Chau, Rage Against the Machine, Kendrick Lamar, Nina Simone, Andrea Echeverri, La Muchacha, Marta Gómez, Pala, Alejo García, Pablus Gallinazus, Los Yetis, Ana y Jaime, Elkin Ramírez, K.D.H., Adriana Lucía, Edson Velandia, Los Petit Fellas, I.R.A., Masacre, Fértil Miseria, Reencarnación, Frankie Ha Muerto, Estados Alterados, La Pestilencia, La Etnia, AlcolirykoZ…
Tantos
y tantas cantantes, tantos y tantas que han tratado de construir un nuevo mundo
a punta de canciones, tantas canciones que denuncian injusticias y a la vez
proponen soluciones, que inspiran o simplemente hacen saltar, cantar y bailar,
que es otra forma de liberarse y cambiar las cosas, porque ¿qué sería de una
revolución sin baile y sin música? Además, en Colombia la música nos ha servido
para contar historias, resistir los embates de la guerra, hacer catarsis, poner
el dedo en la llaga, escucharnos y mirarnos en el espejo. De no ser por ella,
hacía mucho rato nos habríamos ido al precipicio, aunque varias veces estuvimos
a punto de hacerlo.
Las
noticias no paran de llegar. Los titulares, algunos incrédulos, nos avisan del cambio
que llegó a tocar nuestra puerta, pero hace rato dejé de leer y mirar noticias.
Sigo con los audífonos bien puestos y en mis oídos hay una revolución. Ya no
creo que el cambio sea un sueño y cada canción que escucho me confirma que es
una realidad. No sé cómo será el cambio, pero me gusta cómo suena.
En memoria de Jesús “Chucho” Mejía Ossa, Faber López
Amariles, Fabiola Lalinde y tantos soñadores que lucharon por cambiar este
país. Su sueño comienza a hacerse realidad.
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